Monte Beriáin

Monte Beriáin
Monte Beriáin (San Donato). Foto cedida por Víctor Abendaño

lunes, 14 de diciembre de 2009

ORIGEN DE LAS PRIMERAS CÉLULAS de Anais Shardlow

En la sopa primigenia que dio lugar a la vida sobre la Tierra había moléculas orgánicas que, al combinarse, dieron lugar a las primeras cadenas de ácidos nucleicos, los primeros elementos con capacidad de autorreplicación.
Según una de las teorías más aceptadas, estas moléculas fueron cadenas de ácido ribonucleico (ARN), una molécula prácticamente idéntica al ADN y que, actualmente, tiene el papel secundario dentro de las células de leer la información codificada en el ADN y transformarla en proteínas, las cuales sí que tienen un papel activo directamente en las reacciones químicas de la célula.
En los momentos de los inicios de la vida, parece que las primeras cadenas de ARN habrían tenido el doble papel de replicarse (como ahora tiene el ADN) y de participar activamente en las reacciones químicas de la actividad de la célula (el papel que actualmente desarrollan las proteínas). A estas cadenas, por su doble papel, se las denomina ribozimas (una contracción de ribosoma y enzima). Pero la teoría de las ribozimas como origen de la vida tiene un escollo importante: su longitud no podía ser demasiado larga, al no poder corregir los errores de replicación (las mutaciones). De este modo, no podían contener un número de genes suficientes como para poder desarrollar ni siquiera los organismos más sencillos.
Una investigación llevada a cabo por el catedrático del Departamento de Genética y de Microbiología de la Universitat Autònoma de Barcelona, Mauro Santos, junto con dos científicos húngaros, ha demostrado que el umbral de error, es decir, el número máximo de errores que pueden tener lugar en el proceso de replicación de las ribozimas sin que ello afecte a su funcionalidad, es más elevado del que se había calculado previamente. En la práctica, esto quiere decir que los primeros riboorganismos (protocélulas donde el ARN es responsable de la información genética y de las reacciones metabólicas) podían tener un genoma mucho más largo de lo que se pensaba hasta ahora: en total podían alojar más de 100 genes diferentes con una longitud de 70 bases cada uno de ellos (las bases son las unidades que conforman los genes y que codifican la información), o bien más de 70 genes con 100 bases cada uno. Conviene recordar que los tARN (moléculas esenciales en la síntesis de proteínas) tienen una longitud aproximada de 70 bases.

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