Dos investigaciones diferentes
que han visto la luz durante los últimos días podrían llegar a cambiar mucho de
lo que sabemos, o creemos saber, sobre el universo en que vivimos. El primero,
firmado por el británico Roger Penrose, uno
de los físicos más brillantes de nuestro
tiempo, cuestiona la idea generalizada
de que no puede haber un "antes" del Big Bang, ya que los mismos espacio y tiempo se
crearon, igual que la materia, durante aquella gran explosión primigenia.
Penrose, de hecho, asegura haber encontrado indicios de otro universo anterior al actual. Lo que convertiría al
nuestro en una simple etapa (que Penrose llama "eón") de un universo que se crea y se destruye
cíclicamente, resurgiendo cada vez de sus propias cenizas con un nuevo
Big Bang.
El segundo estudio, publicado en
Nature y
realizado por Christian Marinoni y Adeline
Buzzi, dos físicos de la
Universidad de Provence, en Francia, vuelve a poner
sobre el tapete la teoría del universo plano, y encuentra en una vieja idea de Albert Einstein, desechada por el
físico alemán al considerarla errónea, una posible "llave" para
comprender la energía oscura, la misteriosa fuerza antigravitatoria que parece
ser la responsable de que la expansión del universo se esté acelerando. Si
ambas teorías se demuestran correctas, podrían desencadenar una nueva
revolución en Cosmología, y dar un vuelco a nuestra comprensión del mundo que
nos rodea.
Según la
teoría dominante en la actualidad, el universo
en que vivimos se originó hace 13.700 millones de años a partir de un único
punto de densidad infinita, del que
surgió, en forma de Big Bang, la realidad que conocemos. Durante sus
primeros instantes de existencia, el universo era una ardiente sopa de partículas libres (no
asociadas en átomos), a miles de millones de grados de temperatura (unas
condiciones, por cierto, que acaban de ser
reproducidas con éxito en el LHC, el gran
acelerador de partículas de 27
km de diámetro que hay en la frontera franco suiza) y en
rápida expansión. Al ir el universo expandiéndose, y por lo tanto enfriándose,
las partículas pudieron dar lugar a los primeros átomos simples (hidrógeno),
que mucho tiempo después la gravedad se encargaría de unir para formar las
primeras estrellas y galaxias.
Nuestro
destino final
¿Cómo empezó todo? ¿Y cómo evolucionó? Nunca
la Ciencia se
ha acercado más a las respuestas que ahora. Sin embargo, quedan numerosas
cuestiones pendientes, y los investigadores exploran con cuidado cualquier
posibilidad, por disparatada que parezca, que pueda aportar una pieza más al
rompecabezas. Una de las cuestiones más
acuciantes es la de averiguar por qué el ritmo de expansión original no solo no
se ha ralentizado desde el Big Bang, sino que se sigue acelerando.
Desde hace décadas se ha venido debatiendo
sobre cuál será el destino final del universo. Para llegar a la conclusión de que
eso es algo que depende, en gran medida, de la cantidad de masa que contenga. Si la masa total del universo es suficiente para que
la fuerza de la gravedad (que es mayor cuanta más masa hay) venza a la fuerza original de expansión, entonces el universo
terminará por detenerse, e incluso empezará un proceso de contracción que
podría llevarle al colapso (en un evento contrario al Big Bang que los
cosmólogos llaman Big Crunch). Pero si la masa
total no es suficiente, entonces nada
podrá detener la expansión, y el universo se hará cada vez más grande, con su materia cada vez más dispersa, para terminar
siendo un enorme y negro vacío cuando se
apague hasta la última de las estrellas.
En su afán por medir la masa total del
universo, sin embargo, la
Ciencia se ha encontrado con varias sorpresas. La primera es
que la
materia ordinaria, la que brilla y forma las galaxias, las estrellas y los
planetas, apenas constituye un 4% del
total de la masa del universo, absolutamente insuficiente para frenar la
expansión. Otro 22% corresponde a "otro tipo" de materia, una que no puede
ser detectada directamente por nuestros instrumentos porque no emite luz ni
ninguna otra clase de radiación. Se la conoce como "materia oscura"
precisamente por eso. Sabemos que está ahí (por los efectos gravitatorios que
produce en la materia ordinaria), pero nadie ha podido verla jamás.
¿Y el
restante 76% ? Los científicos,
incapaces de dar una respuesta, acuden al
término "energía oscura", una misteriosa fuerza que, actuando en el
sentido opuesto de la gravedad, sería la responsable de que el ritmo de
expansión universal se siga acelerando.
Rebote
de otro universo
Y es aquí precisamente donde encajan las dos
investigaciones hechas públicas esta misma semana. Penrose, por su parte, analizando
los datos del satélite WMAP
(que
mide la radiación de microondas que permea el universo entero, los rescoldos
del calor del Big Bang), ha encontrado una
serie de patrones de distribución (en forma de círculos concéntricos) que podrían explicarse como "atisbos" de
otros universos acaecidos antes del Big Bang. Lo cual supondría que el universo que conocemos no es más que una
etapa, o rebote, de un universo mucho más viejo que crece y se contrae
cíclicamente, surgiendo una y otra vez de múltiples Big Bang. Nosotros
estaríamos en medio de una de esas etapas o "eones". Pero en un futuro lejano, el universo volverá, de alguna manera, a tener las condiciones que hicieron posible el Big Bang. Según
el físico británico, en esos momentos la geometría del universo será "muy
suave" y lineal.
Algo que es tremendamente consistente con el
segundo de los estudios publicados esta semana. En efecto, Marinoni y Buzzi han conseguido demostrar, midiendo
la distorsión de la luz que nos llega de 500 parejas de galaxias lejanas,
que vivimos en un universo plano, y no en uno
curvo o incluso esférico, como muchos pensaban. Si ambos están en lo
cierto, podríamos estar a punto de desvelar algunas de las cuestiones
fundamentales que la
Humanidad viene planteándose desde que el primer hombre alzó
la vista hacia el cielo nocturno y se preguntó por lo que estaba viendo.
¿Esférico,
curvo o plano?
¿Cuál es exactamente la geometría del
universo? ¿Vivimos dentro de una especie de esfera de múltiples dimensiones o
se trata más bien de un tejido espaciotemporal que se curva suavemente y sin
llegar nunca a cerrarse sobre sí mismo? ¿O puede que incluso no se curve en
absoluto y que en realidad habitemos en un universo plano? La cuestión, uno de
los mayores interrogantes de la
Cosmología, tiene para nosotros implicaciones muy concretas y
que van mucho más allá de ser simples cuestiones teóricas. De hecho, la
geometría del universo influye de forma decisiva en los objetos que observamos.
En un espacio curvo o
esférico, la luz que nos llega de galaxias o estrellas lejanas se deforma durante
su largo viaje, de manera que la imagen que vemos no se corresponde con la
realidad, sino que está distorsionada. Sería, en cierta medida, igual que
mirarnos sobre la superficie de una bola metálica y ver nuestro rostro
completamente deformado. En un espacio
plano, sin embargo, esa distorsión no
existiría y nos permitiría ver los objetos celestes tal y como son.
Por eso, Marinoni
y Buzzi decidieron buscar pruebas de esas distorsiones observando 500 parejas de
galaxias distantes en órbita la una alrededor de la otra. Usando las
magnitudes de las distorsiones observadas, Marinoni y Buzzi fueron trazando la forma que tiene el tejido espacio
temporal. Una forma que, según han podido determinar, refuerza la
posibilidad de que vivamos en un universo
plano.
José Manuel Nieves / Madrid
Día 27/11/2010 - 06.48h
Página web; http:
//www.abc.es/20101127/ciencia/ultimas-noticias-sobre-universo
201011261749.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario